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Una Corona de Doce Estrellas

coronacionD. José Miguel Núñez, SDB
Director del Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil, para la revista especial de la Coronación de María Auxiliadora. 

La imagen de la corona de doce estrellas con la que ilustramos el título de este artículo, como bien sabemos, está tomada del libro del Apocalipsis. En el texto que referimos, aparece una gran señal en el cielo en la lucha contra el maligno: “Entonces apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12,1-2). La mujer vestida de sol, en el momento final de la historia humana según la visión del autor del libro, es identificada en la tradición cristiana con María. Según la teología del cuarto evangelio, es la mujer a la que Jesús se refi ere en la bodas de Caná (cf. Jn 2, 1-25) y la que está junto al discípulos amado al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25-27).

María recorre un camino vital desde su ser madre biológica de Jesús, a ser discípula del Hijo. Así, releyendo la teología del cuarto evangelio, cuyo autor es el mismo que el del libro del Apocalipsis, la expresión de la mujer vestida de sol tiene una clara resonancia cristológica y eclesial. La figura de María solo puede ser entendida adecuadamente si la situamos en los misterios de Cristo y de la Iglesia. Solo en ellos, la madre de Jesús viene adecuadamente encuadrada en la historia de la salvación y se comprende mejor su papel junto al Hijo en el diseño salvífi co del Padre.
El texto del libro del Apocalipsis del que hemos partido (la palabra apocalipsis en griego hace referencia a las cosas finales, en este caso de la historia humana), tiene en este punto una importante conexión con el principio.
En efecto, en el libro del Génesis, tras el pecado de Adán y Eva en el jardín del Edén, se anuncia que no todo está perdido porque, algún día, Dios suscitará un salvador al que la serpiente (causa del pecado) herirá en el talón.
Las profecías antiguas hablaron de este salvador herido a lo largo del tiempo y las corrientes mesiánicas fueron tomando cuerpo en la tradición de Israel. La revelación cristiana ha identifi cado claramente a este salvador herido con Jesús, el Cristo. Su muerte en la cruz por el pecado humano, explicita la mordida de la serpiente del Génesis. Su resurrección es la respuesta defi nitiva de Dios que pronuncia su última palabra en la historia de los hombres con la Palabra (con mayúsculas) que es Cristo, hombre nuevo, vencedor del pecado y de la muerte.
En esta historia ¿cuál es el papel de la mujer de la que habla el Apocalipsis? María es la nueva Eva. Como Jesucristo es el nuevo Adán: “Por tanto, como el pecado
entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte (…) abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre,
Jesucristo” (Rm 5, 12-15). Por aquel, entró el pecado en el mundo. Por este, la salvación. Y si Jesús es el nuevo Adán, María es la nueva Eva. Esto es lo que representa la mujer vestida de sol, coronada de doce estrellas, que pisotea la serpiente, al dar a luz al Verbo, al Salvador herido, aquel que vencerá defi nitivamente al maligno:
“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba
con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata (…) Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fi n de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones” (Ap 12, 1-5).
La visión del libro del Apocalipsis adquiere sentido a la luz de la profecía que ya emerge en el libro del Génesis: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn 3, 15). En esta historia dramática de confrontación entre la luz y la tiniebla, la mujer engendrará un salvador herido que liberará defi nitivamente a la humanidad del pecado y de la muerte. La mujer, acogiendo el don de Dios y propiciando la salvación, golpeará de muerte al dragón.
No estamos ante un relato mítico, sino ante el proyecto de salvación que Dios ha desplegado en la historia de la humanidad y que tiene su culmen en Cristo Jesús, Señor nuestro. Como dice Pablo, Jesús es la plenitud del tiempo (cf. Gal 4. 4) y junto a él, una mujer propicia, con su disponibilidad, la salvación. Dios quiso contar con “UNA CORONA DE DOCE ESTRELLAS” (Ap 12, 2)
María, reina de todo lo creado.



 

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